A veces hay una línea muy fina entre lo que puede ser sufrimiento y placer. Estos dos chicos lo descubrieron poniéndose a prueba. Allí en aquella casa abandonada uno de ellos ató y amordazó al otro, el cual sabía que estaba totalmente a su merced sin saber que haría con él. Se desnudaron previamente, y sobre una escalera medio rota le penetró. Estaba bien atado, no podía moverse, así que si se la metía él tendría que aguantar. Su cara lo decía todo, le dolía pero disfrutaba de aquello como jamás había disfrutado del sexo. Le azotaba y hasta lo colgó boca abajo mientras disfrutaba de su cuerpo y le golpeaba. Al final de aquella follada acabó tirado en el sueño y llorando sabiendo que era una mierda.
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