Chúpamela hijo, que después te la voy a meter por culo


No era ningún secreto que al hombre le gustaban los chicos jóvenes, pero cualquier maduro suele volverse loco con los jovencitos. En esta ocasión no se trataba de su hijo, sino de un chico con el que tenía una estrecha relación y que para él era una figura paterna. Sin embargo la principal diferencia respecto a un padre y un hijo es que ellos dos solían follar casi a diario.