Fue a unos servicios públicos a echar una meada, pero cuando quiso percatarse un hombre maduro estaba detrás de él mirándolo fijamente. Su cara de vicioso le daba a entender que no era casualidad, que quería algo. Tras preguntarle se metió la mano en el bolsillo y sacó un fajo de billetes, era una clara propuesta para tener sexo con él. La cantidad era importante, por lo que ni se lo pensó. Se acercó a aquél desconocido y comenzaron a besarse, a desnudarse y a mamarse mutuamente las pollas. A ninguno de los dos parecía importarles el hecho de que era un lugar público y que por tanto podían ser descubiertos. Al rato el maduro se puso contra la pared ofreciéndole su culo, y el chico lo penetró. Allí frente al urinario se lo folló, luego le comió la polla para que acabase en su boca. Una vez se corrió el jovencito hizo lo mismo con el maduro para que acabase, sin lugar a dudas un dinero bien invertido.
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